Cadena. Es indispensable si no se dispone de una perrera o
de un nicho provisto de puerta. Pero hay que decir que no conviene que ningún
perro la lleve permanentemente. Por un curioso complejo que desarrolla en el
animal, lo hace peor y acaso no sea sólo porque le hace sentirse desgraciado.
El perro con cadena se entrega con mayor facilidad a demostraciones excesivas
de furor porque sabe que la cadena lo detendrá antes de haber ido demasiado
lejos, antes de haber mordido. Por ello vemos a veces perros locos de rabia
tirando del extremo de su cadena. Si ésta se rompe, el perro queda tan
trastornado que vuelve al nicho completamente calmado...
No es menos cierto que la cadena hace a los perros chillones
y desagradables, después malos y ariscos. Sin embargo, somos partidarios de la
cadena durante la noche, en los jardines o en el campo, aunque no sea más que
para evitar un drama. Jamás es agradable que nuestro perro muerda a un
vagabundo, acaso inocente o simplemente curioso. Los ladridos al extremo de la
cadena son suficientes para alertar al propietario y poner en fuga a los
sospechosos. Los perros se dan perfecta cuenta de esto. Por la noche después de
la cena, van derechos a su nicho y se dejan atar. Pero debe procurarse que la
cadena no sea demasiado corta. Es muy importante que el animal pueda hacer sus
necesidades lejos de su caseta, si se siente apremiado de noche, y estirar las piernas
cuando lo desee.
El sistema del «trole» es el mejor. Consiste en tensar un
alambre entre dos árboles. A este alambre se sujetará la cadena del perro de
tal manera, que la anilla se pueda deslizar por el alambre. El perro se
sentirá, de esta forma, con mayor libertad de movimientos y seguirá estando
sujeto a un área, que habrá sido delimitada por su dueño.
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