sábado, 31 de enero de 2015

Los "perros de sangre" en Mejico

En España, donde los Grandes dedicaban al deporte de la caza lo mejor de su tiempo, la cría de perros era particularmente cuidadosa.

Cuando los conquistadores de las Indias Occidentales pusieron en manos del rey de Castilla y León un imperio en México, introdujeron en esta parte del mundo gran número de molosos, llamados merecidamente "perros de sangre", descendientes de los dogos que fueron tan apreciados por los romanos.

Se convirtieron en los más seguros guardianes de esclavos. Sus amos los lanzaban en
persecución de indios rebeldes y se asegura que la comida para perros era nada más y nada menos que a carne humana para mantener sus belicosas aficiones. Los perros estaban constituidos en unidades. Uno del regimiento de Vasco Núñez consiguió cierta fama al contabilizar en su haber unos dos mil indios insubordinados. En el combate de Caxamalea, los perros del ejército de Pizarro realizaron tales hazañas que Madrid les otorgó soldada regular.

El dogo "Berecillo", particularmente distinguido, recibía dos reales al mes (aunque seguramente él hubiese preferido un buen pienso para perros. La abundancia de figuras perrunas en la pintura española daría fe, si fuera necesario, de lo familiares que resultaban a la sociedad de entonces. En particular, el pintor Antonio el Inglés dejó importantes retratos de perros de su época.

En uno de sus cuentos, Cervantes imagina el diálogo de dos perros, "Cipión" y "Berganza", a los que prestó la lengua humana: "Berganza", más experimentado y más instruido que "Cipión", expone a éste reflexiones que no despreciaría un hombre inteligente. "Berganza" que ha vivido en los más diversos medios. No se priva de criticarlos.

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